domingo, 6 de febrero de 2011

CUÁNDO Y POR QUÉ ES NECESARIO RECURRIR A UN TRATAMIENTO

"Hombre Pensando"
Emilia González
Es difícil pensar que casi todas las cosas que nos pasan y que nos duelen siempre significan algo, tienen un sentido o incluso ocurren por algún motivo específico en un momento puntual de nuestras vidas. Las enfermedades, las angustias, los temores, las pérdidas, se nos presentan como situaciones de la vida casuales o problemas reales en las que a veces no podemos encontrarle una explicación, un sentido. Si podemos comprender por qué estas cosas nos suceden nos vamos a sentir menos indefensos, o más fortalecidos  para enfrentar los problemas cotidianos de la vida.
                Muchas veces pensamos "No necesito ayuda, porque mi problema es un problema real". El problema "real" puede ser de distinto tipo. Puede ser la pérdida de un ser querido, la falta de dinero o una enfermedad física grave, una separación o la dificultad para encontrar pareja, por ejemplo. Se cree que la ayuda psicológica nada tiene que hacer con los problemas "reales" sino, a lo sumo, con la repercusión que estos problemas nos produzcan. Estos problemas a veces se integran a nuestra vida cotidiana, y aún cuando nos resultan muy dolorosos en algunas ocasiones no los podemos evitar, porque surgen de sentimientos que desconocemos.
Por ejemplo, nos encontramos muchas veces con parejas de muchos años de convivencia que en cualquier situación en donde tienen que tomar una decisión importante se desencadenan terribles discusiones y desacuerdos. Estas personas conscientemente les es muy difícil tolerar estos momentos y todo lo que estas peleas generan en la relación de pareja, no están satisfechos con estos intercambios que se producen entre ellos y desean que esto no se repita. Pero desconocen por qué se desencadenan este tipo de conflictos, ya que los mismos son inconscientes. A veces ponerse a pensar por qué suceden este tipo de discusiones es muy dificultoso o doloroso. Por ello a veces deseamos que algo cambie, pero cuando esta situación se adecua a las circunstancias de la vida cotidiana inconscientemente este deseo de cambio no existe. En general nosotros somos conscientes de nuestro accionar de nuestro modo de ser y de lo que decimos, pero es bastante habitual que otra persona nos señale un gesto, una actitud, un tono de voz o una palabra que hemos dicho y de la que ni siquiera nos hemos dado cuenta. Estas son cosas inconscientes. Así como tenemos gestos, actitudes inconscientes, tenemos deseos inconscientes que pueden ser ni buenos ni malos en sí mismos, pero que si pueden estar en contradicción y entrar en lucha con deseos conscientes. Otro ejemplo que puede ilustrar lo que estoy diciendo  es que podemos tener conocimiento de que deseamos recibirnos y ejercer alguna profesión, no obstante no podemos aprobar ningún examen. Aquí existe algún conflicto pero no sabemos qué ni por qué. Esto sería inconsciente.
Entonces qué es lo inconsciente? Este ejemplo puede ayudar a entender un poco más: cuando estamos aprendiendo a manejar un auto tenemos que prestar atención y ser conscientes de cada una de las acciones que realizamos y por ello nos es muy dificultoso realizar alguna acción conjunta al hecho de poner el cambio, coordinar acelerador, embrague, frenos, como lo es, buscar alguna estación de radio o fumar mientras manejamos. A medida que esta práctica se va perfeccionando, los movimientos y la coordinación pasan a ser inconscientes y por lo tanto podemos ejercer alguna acción concomitante.
                Veamos como ahora algunas situaciones problemáticas cotidianas de las que hemos mencionado y cómo puede ayudar un tratamiento psicoanalítico para no sentirnos tan indefensos frente a ellos.

FRENTE A LA ENFERMEDAD
                Todos en algún momento de nuestras vidas sentimos la necesidad de recurrir a un médico. Sentimos la necesidad de un médico cuando creemos, con razón o sin ella, que alguien a quien queremos o debemos cuidar, alguien que podemos ser nosotros mismos, se ha enfermado de algo que no se alivia o no se cura solo. A pesar de los avances de la medicina y de las soluciones que la misma nos puede brindar solemos preguntarnos por qué enfermamos. Habitualmente solemos decir que uno se resfría porque hemos tomado frío, pero cuántas veces tomamos frío y resulta que no nos resfriamos o tomamos dos o tres el mismo frío y solo uno se resfría. Y no es porque uno o el otro estaba peor alimentado sino que justamente esta persona puede encontrarse en un estado de ánimo que hace que se favorezca esa situación de resfrío.
                Cuando la enfermedad se nos presenta casi como un accidente o de golpe, no entendemos porque esto sucede y pensamos: por qué ahora, por qué justo en este momento, cuándo ahora parecía que todo andaba bien o que todo se podía arreglar. Otras veces podemos decir... ¡Es que andaba tan mal! y por allí uno le encuentra a este mal momento que estaba pasando alguna relación con la enfermedad que se le presenta, pero nos sentimos igual de impotentes y nos preguntamos ¿Por qué esta enfermedad? Eso es justamente el significado, el sentido que hay detrás de la enfermedad. El otro aspecto que representa esta enfermedad es lo que permanece oculto, y desde este punto es donde la psicología puede ayudar. No quiere decir que podamos suplantar al médico, sino que son dos trabajos que se asocian. Muchas veces ante una enfermedad es necesario realizar una operación, pero conocer el sentido de la enfermedad puede ayudar a salir de la misma con mejores resultados. No es lo mismo la evolución de una enfermedad si se va comprendiendo lo que significa, por qué se enfermó un ser querido o nosotros mismos, y que no es una casualidad que justo nos enfermemos ante determinadas situaciones que se nos presentan en la vida.
                Las enfermedades se nos pueden presentar de manera distinta: puede ser a través de la alteración de un órgano otras veces como angustia o como miedo. Si bien aparecen como distintas y cada una tiene sus características no encontramos con que todas tienen un sentido, un significado, lo que cambia es el terreno que elijamos para enfermar. Podemos representar psíquicamente o físicamente la enfermedad.

LOS PROBLEMAS DE APRENDIZAJE
                Si bien lo mismos son más visibles en los niños porque van a la escuela, los adultos también presentamos estas dificultades. Por ejemplo dificultades para aprender algún trabajo cambiar de idea o por ej. aprender computación, aprender nuevas técnicas o aprender nuevas cosas que requiere la vida. Estas dificultades también tienen un sentido que puede ser comprendido. A veces nos sentimos impotentes porque alguien nos explica algo y no le podemos entender. Sucede en ciertos casos que no tenemos conciencia de lo importante que son realizar ciertos aprendizajes que pueden ser útiles para manejarnos cotidianamente, como lo puede ser, aprender a manejar un aparato electrónico doméstico de uso en el hogar, como la lavadora de ropa automática, el microondas o el reproductor de DVD. Para aprender tenemos que ponernos a pensar que no sabemos todo, ponernos en una situación infantil, de interés, dejar de lado el orgullo de decirnos que por ser grande cómo no vamos a entender ciertas cosas. Esto puede ocasionar que aprender no se sienta como una situación de asombro, de juego como la que los niños (aunque no a todos) presentan.
                En los niños es más fácil comprobar que tiene trastornos de aprendizaje porque están en edad escolar. El niño que presenta dificultades para escribir, leer o realizar operaciones numéricas está depositando sus conflictos emocionales en estos aspectos, al igual que cuando lo hace teniendo dificultades para relacionarse con las personas que los rodean, u orinándose en la cama. Si bien cada una de estas cosas tiene sus características particulares, por ello son diferentes formas de enfermar, son diversas vías, maneras en como podemos manifestar nuestros conflictos emocionales inconscientes.

LAS RELACIONES DE NOSOTROS CON LOS OTROS
                Casi todos los trastornos obedecen a dificultades de nosotros con los otros. No nos damos cuenta evidentemente, porque uno entra en círculos viciosos, o porque tenemos situaciones históricas de conductas que hemos heredado, pero que las tenemos inconscientes. A veces frente a las relaciones de pareja,  nos damos cuenta, si reflexionamos que dijimos justo lo que no debíamos decir para irritar a nuestra pareja. Y si pensamos por qué lo dijimos muchas veces no lo sabemos.
                Lo que decimos no sólo tiene un sentido explícito sino que también tiene un sentido afectivo, nos referimos a cosas que nos pasan con nosotros y con los demás. Si nos quedamos muchas veces con lo que solamente se habla no entendemos lo que se quiere decir. Muchas veces captamos algún sentido de lo que nos quiere decir la gente pero no le prestamos demasiada atención, no reflexionamos sobre ello y caemos en el malentendido.
                Nos valemos de este malentendido para evitar enterarnos de ciertas cosas que queremos mantener alejadas de nuestra conciencia.
                Los malentendidos suelen ir creciendo en la medida que las relaciones que tenemos con gente que tratamos cotidianamente. Solemos cuidar más las nuevas relaciones, las que establecemos con gente que recién conocemos. Padres, hijos, hermanos, cónyuges y amigos suelen muchas veces dedicar lo mejor de su interés y su cordialidad a conocidos y vecinos con los cuales no existe una intimidad en el trato. Estas relaciones aún no se han llenado de malentendidos; las relaciones, en la medida que progresan, y aún en el caso de ser "buenas", se "ensucian", se gastan. Cuando convivimos nos vamos envolviendo en una cáscara de malentendidos acerca de los cuales preferimos no tener conciencia y que, habitualmente, no nos ocupamos de resolver. Cuando, en la casa que habitamos, finalizamos de desayunar, almorzar, o cenar, solemos retirar de la mesa los restos de la comida que ingerimos. Si juntáramos los residuos de comida en un rincón de la casa, en muy poco tiempo nuestra vivienda se hallaría tan sobrecargada con desechos que sería imposible encontrar en ella un lugar donde comer. Con los malentendidos que generamos mientras convivimos sucede algo semejante, sólo que preferimos, cómodamente, ignorarlos, porque tenemos muy poca conciencia del efecto desastroso que producen en nuestras relaciones. De esto pueden desencadenarse las grandes peleas que se nos presentan como ocasionales. Estas pueden hacer que se rompan un poco los malentendidos pero también cuando nos quedamos dolidos por esas peleas vuelven a generarse malentendidos.
                “Si adquirimos conciencia de que la constante multiplicación de los malentendidos es lo que habitualmente ocurre durante el progreso de cualquier relación que transcurre hacia la intimidad, estaremos en mejores condiciones de evitar el deterioro de nuestros vínculos más queridos. Esta toma de conciencia, puede realizarse especialmente en un tratamiento psicoanalítico prolongado”. (Luis Chiozza, 1983)

No hay comentarios:

Publicar un comentario