martes, 5 de julio de 2011

LOS VÍNCULOS ENTRE HERMANOS: el nacimiento de un nuevo integrante en la familia, los celos...


INTRODUCCIÓN
¿Qué pasa cuando llega otro integrante a la familia? ¿Por qué se movilizan los celos? ¿Qué sentimos y cómo actuamos cómo padres? Intentaré exponer a continuación algunas temáticas que pueden ayudar a reflexionar. Pensar las situaciones que transitamos como padres nos ayuda a comprender  y lo que verdaderamente comprendemos es lo que nos ayudará a generar acciones más efectivas como padres.

EL NACIMIENTO DE UN HERMANO
Cuando tomamos conocimiento sobre la llegada de un nuevo bebé en la familia, entre la noticia en la que a veces se torna impactante y en otros casos produce gran alegría, los padres nos preguntamos '¿Cómo van a reaccionar sus hermanos ante este acontecimiento?'.
Siempre que nace un hijo, la familia sufre alteraciones. No es lo mismo una familia con un hijo, con dos o con más. Estas alteraciones no son exclusivas de los chicos. Los padres también nos vemos insertos en muchos cambios que implican toda una nueva adaptación. Hay muchas emociones que se movilizan en todos. No nos damos cuenta que nos movemos de acuerdo a nuestras propias experiencias infantiles y que será en base a estos recuerdos inconscientes y cómo hayamos vivido en circunstancias  similares, cómo ahora actuamos como padres y cómo nos desempeñamos en estas situaciones que ahora le toca vivir a nuestros hijos. Nosotros también pasamos por el deseo de tener un hermanito y a su vez de no tenerlo, esto nos despertaba temores.
 Al estar compartiendo con los hijos las mismas angustias o ansiedades que están en nosotros desde aquella época en que teníamos la misma edad, a veces no podemos ayudarlos. Estas cuestiones, cuando siguen siendo conflictivas, nos dificulta en la forma en que podemos entender a nuestros hijos.
El nacimiento de un hermano es un acontecimiento familiar que cada niño inscribe en su propia historia de manera particular. El embarazo de la mamá dispara una serie de cuestionamientos en los más pequeños con respecto al lugar que se le asignará en la estructura familiar al recién nacido.
La vida de la familia se trastorna por completo, debido al cambio del ritmo de vida impuesto por el recién llegado y es normal que sean precisamente el o los hermanos los que se puedan movilizar por esta novedad. Así, surgen los sentimientos de celos, como expresión del temor a la pérdida del amor de sus padres y al desplazamiento, uno de los temores principales. Para los hermanos mayores, la llegada de un hermano requerirá la atención de los padres y provocará muchas veces resentimiento y mucha angustia.
Estos sentimientos podrán intensificarse en los primeros meses de vida del bebé, cuando los padres dediquen mayor atención a éste que a los demás. A veces puede llegar a casos extremos y hay que dedicarle una atención especial.

Confirmación de la concepción… ¿Y ahora…?
La primera inquietud es cuándo y cómo informarle. Las que vienen después siempre se relacionan en cómo hacer para no despertar celos. Muchos padres piensan en que si se hablan lo menos posible, a veces restando importancia a la situación, los celos se podrán evitar. Otros optan por participar a los hijos pensando que ello puede ayudar a que no se produzcan.
Analicemos ambas situaciones.

a.Evitar comentarios
Muchos papás ante la noticia de que el embarazo está instalado se comienzan a preguntar cómo manejar la situación.
En muchas ocasiones evitar comentarios para que el niño no se entere de la situación se nos torna dificultoso. Los hijos, suelen percibir antes que los padres, aunque de una forma inconsciente, el anuncio de la llegada de un nuevo integrante a la familia. También,  pueden percibir el deseo de los padres de concebir otro hijo. A veces, frente al presentimiento de que los padres quieren tener otro bebé, por las noches, quieren ir a su cama para controlar qué hacen cuando están juntos. 
Lo más habitual es que el niño tome conocimiento del embarazo, aunque a veces niega su percepción. Cuando niega es porque la noticia le despierta miedos y temores. A veces puede preguntar porque percibe que algo está pasando, otras hace preguntas indirectas, que los padres podemos captar algunas veces y otras no. El niño entiende, desde su condición de niño, distinta a la del adulto, pero entiende lo que está sucediendo. Hay algunos papás que se sorprenden ante ciertas afirmaciones de los chicos como por ejemplo: “vos tenés un bebé en la panza”
También es muy difícil evitar comentarios de la familia y amigos sobre la noticia de embarazo. En estas situaciones, seguramente son difíciles sortear frases al estilo de… “¿Cómo va todo? ¿Cómo te sentís? ¿Qué tal la panza?” que aunque tratan de ser preguntas indirectas y hasta a veces en clave o con señas, el niño, aún con corta edad, percibe y tramita lo que ve y escucha a su modo, prestándose esto a ciertas situaciones de negación u origen de hostilidad.
No olvidemos que los primeros que mostramos cambios en nuestra actitud y comportamiento, por ejemplo con ansiedad, más allá de los cambios físicos que luego se hacen evidentes, somos nosotros.
Esto nos confirma que es casi inútil pensar que no va a ocurrir nada, que el niño no se va a dar cuenta.

b.Participar a los niños en los acontecimientos y preparativos
En otros casos se prefiere participar y preparar a los chicos para la llegada del recién nacido. A veces el compartir los acontecimientos le ayuda al niño a aliviarle temores.
Siempre teniendo en cuenta que los excesos también son dañinos, el “poner palabras” a los afectos y sentimientos alivia. A veces el hecho de que vean en los padres una apertura, le posibilita al niño  preguntar, expresar sus sentimientos hostiles o de alegría, miedo, dudas y temores. Por ejemplo suelen preguntar ¿Dónde va a dormir? ¿Por dónde va a salir? ¿Y te puede pasar algo? ¿Dónde voy a dormir yo?. El niño puede ir elaborando el lugar que va a tener el hermano y el que después del nacimiento podrá tomar, qué cosas le pertenecerán, cuáles deberá compartir. Esto puede hacer que evite imprevistos.
La participación en la organización y el acompañamiento que puede hacer a la madre también suele ayudar. Esto no quiere decir que el niño no va a manifestar cambios o celos.
Si se decide comunicarle al niño, también es importante tener en cuenta el momento más adecuado para hacerl y  su nivel de comprensión.
A veces decirle que el bebé que viene va a ser su compañerito de juego confunde al niño ya que esto vendrá bastante más adelante. Al momento del nacimiento y por uno tiempo prolongado el nuevo integrante de la familia se centrará en su alimentación, sueño, desarrollo y crecimiento.

LOS CELOS
Los celos son sentimientos universales y naturales en el desarrollo del niño. Surgen ante el miedo a perder o ver reducido el cariño de alguien querido, especialmente la madre. Así el niño reclama exclusividad de protagonismo y atención.
Ante la llegada de un hermano es muy habitual que surjan los celos, una situación sumamente angustiante, la que es vivida como la pérdida de la sensación de ser el centro del universo familiar. Teme que le retiren la asistencia y empieza a sentir la obligación de tener que compartir todo con el que va a llegar. Aparece también  la envidia con el bebé ya que se lo considera un rival en la búsqueda de ese amor fraternal. Los celos conllevan a sentimientos hostiles, a deseos destructivos hacia el intruso efectivo o potencial.
La situación de celos no es exclusiva de los hermanos del recién nacido. Los sentimientos se despiertan en muchos direcciones en donde se requerirá la elaboración de la situación: de la madre porque el hijo ya no es solo de ella; del chico porque ahora hay otro con el que tiene que compartir a los padres, el que también se cuestiona el vínculo entre el papá y la mamá para tener un hijo y se pregunta por qué es del papá o de la mamá y no de él; del padre porque ahora la mujer está mucho más dedicada a la atención del hijo. Se va armando un círculo vicioso.


Cambios ante la llegada de un hermano: en busca de significados de comportamientos y sentimientos de padres e hijos
A raíz de todos los cambios, temores y sentimientos que se movilizan, los niños suelen presentar algunas manifestaciones o síntomas. Estos síntomas podrían relacionarse directamente con los celos y pueden presentarse como:

a.Trastornos emocionales.
Muchos padres en la situación de espera y nacimiento de un hermano describen conductas como: desobediencia, negatividad, cambios de humor sin motivo aparente, hostilidad, agresividad, llantos ante cualquier frustración, negación a asistir al jardín o al escuela, indiferencia al bebé o a la situación, rabietas y caprichos, sensibilidad, disminución del rendimiento escolar, tratornos en el sueño. Analicemos algunos de estos comportamientos.
A veces en los niños puede surgir la fantasía de que los padres quieren “sacárselos de encima” y por ello se suelen imponer mediante “pataletas” o caprichos.
Estas situaciones pueden complicarse cuando a los padres, nos aparece el temor ante la dificultad de la crianza de varios hijos o nos sentimos incapacitados para hacernos cargo de ellos. Así, los niños suelen expresar pedidos de atención mediante estas pataletas, que a veces se relacionan con sentimientos de rabia y desesperación, por tener que compartir a la mamá con el hermano.
Cuando los padres tomamos conocimiento del por qué de estos comportamientos, muchas veces nos surge la necesidad de ofrecer, por el sentimiento de culpa, regalos, o decirle con repetición cuánto los queremos. Los hijos suelen sentir que estas situaciones no son de verdad y puede ocasionar que sientan más conflictiva y confusa la situación.
Como padres, por los propios conflictos que tenemos con respecto a esta temática sentimos culpa, por lo que necesitamos dar una hiperatención a nuestro hijo, con lo que terminamos algunas veces haciéndolo sentir culpable a él o mediante esta atención exagerada le estamos dando la razón que sus sospechas son ciertas, por ejemplo, cómo es esto que ahora que voy a tener un hermanito, me empiezan todos a tratar tan distinto. Deberíamos preguntarnos entonces por qué tener otro hijo nos suele generar tanta culpa y empezamos a actuar de manera distinta. Esto favorece las pataletas, los caprichos.
A veces los padres para evitar que los niños sientan carencias nos sobreexigimos en nuestro comportamiento hacia ellos, lo que suele representar un gran esfuerzo y frustración al no conseguir los resultados deseados. También  otro motivo de angustia o sobrecarga proviene de la idea de que se debe querer y tratar a ambos o a todos los hijos por igual, cuestión que se genera por un malentendido. Nos es difícil pensar que con un hijo nos sentimos mejor en algunos aspectos y en desacuerdo con otros. Que con algunos podemos compartir ciertos gustos y con el otro no.
Otra situación que puede presentarse es que los niños se enojen ante todos los cambios que están viendo con la llegada de un hermano, pero luego se asusten, temiendo  que ellos son malos, entonces necesitan mostrarse buenos, haciendo cosas útiles e importantes, a veces comportándose como si ellos fueran el papá o la mamá. Así, cuando nace el hermano se interesan por ejemplo, por darle el chupete, acunar su moisés y ayudan a la mamá en todas los quehaceres que hacen al cuidado y a la atención del bebé.

b.Síntomas físicos. Dolor de panza y vómitos, alteración o falta de apetito, supuestos dolores de varios tipos que pueden llegar a inventarse. Puede ocurrir también, en el transcurso del embarazo o después del nacimiento del bebé, que el hijo mayor se enferme. Los padres solemos llenarnos de angustia y de sentimientos de culpa al verlo enfermo,  sintiendo que no podemos cumplir “bien” a nuestro juicio, con la función de padres. A veces el niño suele enfermarse o tener fiebre y delatar mediante esto el temor de quedarse absolutamente solo, que se le cambie el mundo, que pierde a su mamá. El niño puede de esta forma, porque no puede encontrar otra más apropiada, manifestar su frustración y el temor que no conoce  de su propia agresión por esa frustración que está viviendo. A veces no tiene otros medios más que enfermarse para expresar lo que le está sucediendo. Lo que no puede hablar lo expresa de otra forma, es decir a través del lenguaje del cuerpo.

c.Regresión a etapas evolutivas ya superadas. Se produce una regresión a comportamientos ya superados por el niño. Casi siempre se trata de un intento de imitar al bebé para captar la atención de los padres y madres: vuelve a hacerse pis en la cama, habla como un bebé (no acorde a su edad), quiere recuperar el chupete o la mamadera, también que le den de comer en la boca. Se mete en el cochecito, cunita o corralito y se interesa por los juguetes del hermanito. También suelen chuparse el dedo. Así involuciona lo que ya había logrado. Ante el miedo al abandono a veces los niños suelen interpretar que si se mantienen chiquitos, pueden conservar el cariño de los padres.
En otras ocasiones el niño que ya está en edad de realizar ciertas adquisiciones (como el control de esfínteres, o tomar su leche en la taza) retrasa el pasaje a una etapa superior del crecimiento y desarrollo.

 ¿Cuándo podemos considerar que estos síntomas son preocupantes?
Todas estas reacciones son normales si suceden de forma temporal y no alteran significativamente el funcionamiento familiar.
Si consideramos los celos como parte de una etapa normal y necesaria en el desarrollo evolutivo que ayuda a los niños a madurar, podremos sobreponernos a las difíciles situaciones y frustraciones a la que nos exponen los niños con sus conductas o comportamientos manifiestos. Es importante saber que evitar a toda costa estos comportamientos no solamente nos frustra porque es difícil hacerlo, sino que también es negar lo que está sucediendo. La comprensión de la situación suele ser lo que más nos ayuda como padres a sobrellevar los inconvenientes y a encontrar algún camino.
Como padres y responsables de la crianza de nuestros hijos necesitamos encontrar la manera  de enfrentar la situación, la que en cierta manera se tranquiliza cuando logramos que los niños comprendan la vulnerabilidad del recién nacido, así como las necesidades especiales de atención que éste requiere; y en las cuales ellos también pueden cooperar. Pero por sobre todo, cuando comprenden y sienten que el nacimiento de un hermano no modifica el amor que sentimos por ellos. En todos los casos la aceptación de la nueva situación va a llevar tiempo y trabajo de los papás, quienes irán observando cómo se va dando la situación.
Ante sintomatologías insostenibles el mejor camino es realizar una consulta profesional para resignificar lo que está sucediendo.
 


Y con el transcurso del tiempo…
Muchas veces los sentimientos de temor y hostilidad, al tiempo del nacimiento del hermano, se atemperan o disminuyen cuando pueden observar que aún ante la llegada del hermano, los padres siguen queriéndolo y atendiéndolo. Además, ante el crecimiento propio y del hermano, muchas veces, se suele elaborar la hostilidad y el vínculo puede evolucionar considerando al hermano, en lugar de rival, como un compañero, un par, más allá de los sentimientos celosos que le despierte.
A medida que las ansiedades tanto de los padres como de los hijos se van tranquilizando la situación se va tornando más armónica y en cierta forma “normal o habitual”. En ello tiene mucho que ver que los temores van cesando, y los padres se sienten más capaces o tienen más fuerza o fortaleza para criar y hacerse responsables de una familia más numerosa. Así los padres van encontrando la forma de reorganizarse, dividir su atención, y volver a las tareas obligatorias incorporándolas a la vida cotidiana de la familia.



HIJOS, HERMANOS: LUGARES, FUNCIONES Y ROLES

El  lugar de los hermanos: el primogénito, el segundo, el tercero… el hijo único
El que es primogénito en la familia se siente como el príncipe destronado y no puede evitar sentir un cierto rechazo hacia el nuevo miembro. La rivalidad surge entre los seres humanos como emoción primitiva en busca de la supervivencia, ya que siente que está en peligro lo que recibía de forma exclusiva de sus padres y en algunas familias también de tíos y abuelos. Es entonces cuando necesita llamar su atención, resaltar su superioridad.
Parecería que es el hijo primogénito el que más sufre o se molesta ante la llegada de un hermano. Esto no quiere decir que el que ya tiene más de un hermano, el que está en el segundo o tercer lugar no se le movilicen los mismos sentimientos. Es una explicación simple pensar que solo sufre el primer hijo por el nacimiento de un hermano o erróneo si pensamos que  entre el primer hijo y el tercero, por ejemplo, con el cuarto, no habría conflicto alguno; o al revés, si se tiene seis o siete hermanos, el primero sería un absoluto desdichado por la cantidad de veces que tuvo que compartirlo todo, y convengamos que ya no le quedaría mucho para él. La lectura que debemos hacer de la situación es teniendo en cuenta otra lógica, que no tenga en cuenta tanto la cantidad, sino cómo es el niño, el lugar que ocupa en la familia, el momento de nacimiento del hermano, el sexo, la edad, la situación familiar, el vínculo entre los padres, las características personales del niño, su carácter, tolerancia, autoconfianza, y seguridad interna,  son factores que intervienen directamente en los sentimientos como el de inferioridad o celos entre hermanos.
Siempre es difícil, la llegada de un nuevo ser, pero existen graduaciones que hacen de este momento que se vuelva muy complicado o aunque doloroso y molesto, algo soportable, pasable, y hasta con cierto posible usufructo futuro.
No todo niño que pasa por el hecho de tener un hermano va a sufrir interminablemente. Si bien el compartir implica perder (amor, tiempo, atención, etc.), lo que debemos rescatar es que nadie se muere por el hecho de no contar con exclusividad y en todos los casos, a la larga, este perder la exclusividad nos termina aliviando y beneficiando, ya que implica que ante los ojos de los padres no todo recae sobre uno mismo. No todo el afecto, no toda la protección, no todo el cuidado, no todas las responsabilidades, no todos los ideales, no todas las frustraciones, no todos los deseos, etc. le pertenecen, la torta podrá partirse en pedazos con sus hermanos. Por ello la fantasía de que el hijo único no pasa por dificultades porque el amor de los padres no tendría necesidad de dividirse es errónea.
Ser hijo único implica vivencias particulares nacidas de la ausencia del compinche para hacer travesuras, “cosas malas”, o cosas buenas agradables a los padres. El hijo único no experimenta la necesidad de dividir ante los padres, el amor, las preocupaciones, las miradas, los deseos. Si bien es único para dividir estas cosas, también es único para las expectativas y demandas de los padres, a las que no puede dividir con nadie. Es decir, es único para recibir, pero también es único para gratificar y reparar, para atender las necesidades de los padres, para cumplir mínimamente las expectativas de ellos. A veces el hijo único, comparte el lugar de compañero de los adultos.
El hijo único durante cierto tiempo, también teme y anhela la llegada de un hermano, pero cuando se convence de que esto no va a suceder deja de sufrir por el temor a tener que compartir sus cosas o el amor de los padres.
Sin embargo, el contacto con la realidad extra familiar suele ser para el hijo único muy duro. No posee la experiencia adquirida en la familia con sus hermanos, por lo que el encuentro con otros, como compañeros de juego o en el colegio, lo enfrenta a dificultades sobre las que no ha adquirido experiencia. En estos casos puede que ocurra que estos encuentros evolucionen hacia la frustración si se mantiene aferrado a querer ser el único o que pueda, si elabora sus conflictos, encontrar en otros vínculos lo que en su vida familiar no ha encontrado.

El lugar del hermano: roles y funciones en el vínculo
Los hermanos nacen dentro de una familia, la que para nuestra sociedad se encuentra acotada por el vínculo de sangre, pero su concepto lo excede, porque es en la convivencia, en la vida compartida día a día, en el trato cotidiano, donde se gesta la familiaridad, el clima afectivo en el cual cada hijo encuentra el ámbito más adecuado para conformarse.
Cada hijo quisiera tener un lugar privilegiado. Cada hermano suele, desde su lugar, fantasear con que es el otro quien lo es. Esto es lo que suele generar intensos sentimientos de rivalidad y celos. Si bien, a veces esto hace generar deseos de eliminar al rival, también hace peligrar la continuidad del amor que los padres le tenemos, por ello se resignan estos deseos y en su lugar, aparece el sentimiento de querer que todos sean tratados por igual, es decir, el amor paterno igual para todos los hijos. Esto lleva a que entre hermanos surja el sentimiento de solidaridad; si todos somos iguales, todos seremos amados por igual.
Los hermanos pueden cumplir cuatro roles o funciones: objeto de amor, objeto de identificación, objeto rival y objeto auxiliar o ayudante.

a.El hermano como “objeto de amor”
El niño, en su desarrollo, inevitablemente ve frustrada su pretensión de ser único para los padres y de contar incondicionalmente con ellos, ya que los mismos están también ocupados en su trabajo y quehaceres cotidianos. Es esta frustración lo que lo lleva a que de manera natural e inevitable, le surja el interés por su hermano, que está siempre presente y disponible. El hermano se vuelve así compañero de juegos, de travesuras, las que puede compartir sin ser el depositario único y directo de la observación de los padres.

b.El hermano como rival
Los celos, como en el punto anterior comentábamos, ocupa un lugar importante en el vínculo entre hermanos. Especialmente los celos se juegan frente al padre y la madre, dado que cada hermano persigue el mismo fin: lograr el amor de los padres. Esta situación los lleva a una lucha que se plantea en dos campos: el de la competencia y el de la rivalidad. En la competencia  el vínculo es constructivo. Se unen los esfuerzos para alcanzar una meta en común. Hay un enriquecimiento mutuo y cada uno compite según sus posibilidades. En la rivalidad, sucede lo contrario, ya que prima el deseo de   ganar al otro destruyéndolo, de triunfar derrotándolo y siempre implica un enfrentamiento. En un intento de evitar el dolor por las diferencias, se quiere suprimir la superioridad que el otro puede tener, que a veces se vive como humillante. También se desea anular los progresos del hermano, ya que estos pueden hacer notar las dificultades del otro. Es común observar, por ejemplo, como un hijo realiza comentarios desfavorables o desagradables acerca de un dibujo que el hermano acaba de regalar a sus padres.
Al rivalizar, los hermanos caen en la confusión de que hay amor para uno solo, lo que hace que se acentúe el malestar con el otro.
A veces sienten que el otro es el favorito, mejor, superior. Esto es un malentendido que lleva a rivalizar por el “lugar del preferido”
Este sentimiento de rivalidad, a veces conduce al niño a un sentimiento de culpa, lo que le impide disfrutar del verdadero amor de los padres. Es necesario que los hermanos elaboren estos sentimientos hostiles, para que puedan inaugurar la ternura y el cariño, lo que los llevará a tener entre ellos un vínculo de auxiliar.

 c.El hermano como auxiliar o “ayudante”
Los hermanos comparten múltiples experiencias: van a la misma escuela, comparten el mismo dormitorio, tienen los mismos amigos, se intercambian la ropa. Esto no suele suceder cuando la diferencia de edad es mayor de 8 o 10 años.
El compartir estas cosas, origina un sentimiento de paridad de simetría: el mayor es hermano del menor y viceversa; ambos pueden ser hermanos de un tercero y hermanos entre si. La diferencia está que la relación con los padres implica jerarquía. El compartir origina cohesión en la relación en la cual se auxilian y se ayudan mutuamente. Esto aumenta el sentimiento de camaradería que se mantiene, a veces, a lo largo de toda la vida.

d.El hermano como modelo
Si bien el hermano muchas veces sirve como espejo en donde se deposita todo lo rechazado, lo malo,   también en muchos casos el mayor se convierte en modelo para el menor. No solo los  padres  funcionan como modelo de los hijos. Los hermanos menores, cuando han podido atemperar su hostilidad, sienten al mayor como alguien admirado al que quieren copiar. Esto es posible alcanzar cuando se logran elaborar los sentimientos de celos y rivalidad que existen entre los hermanos.
Estos roles no son exclusivos de una u otra etapa de la vida y suelen superponerse, a veces primando uno sobre el otro. Tampoco son exclusivos de los vínculos entre hermanos sino que están presentes en todo acto de convivencia.
En la medida que los hermanos van creciendo, suele generarse entre ellos la “amistad fraterna”, pero para ello es necesario elaborar los malentendidos, los celos y la rivalidad sobre la que nos referimos.
Muchas veces cuando se superan esto sentimientos,  se vivencia al hermano como a un par, un aliado, un compañero de ruta.
Los afectos que se despiertan entre hermanos pueden ser profundos y duraderos y que este vínculo sea más tendiente a que un hermano cumpla la función de objeto de amor, de rival, de auxiliar o de modelo depende de las vicisitudes de los mismos. Puede suceder que, en muchos casos la relación se profundice hacia un vínculo más creativo y enriquecedor, mientras en otros casos se oriente hacia la hostilidad, el empobrecimiento y el desencuentro.

 El lugar de los hijos…
Cada hijo que nace es esperado desde algún lugar, y esto también abarca a los hijos adoptivos. Cada hijo es concebido desde un deseo, desde algo que nos falta, desde el cual es esperado. Por lo tanto hay un lugar diferente para cada hijo, desde lo consciente que a veces coincide con lo inconsciente y otras veces no. Muchas veces llegan hijos no planificados, por lo que no debemos dejar de pensar en cuántos deseos inconscientes se movilizan en estas situaciones. Puede que en algunas circunstancias no haya lugar en los deseos conscientes de los padres (desde su planificación) para más de uno o dos. A veces por la venida del segundo o del tercero es necesario restar un poco a cada uno. O se conserva y se sigue concentrando la mayor parte en uno y lo que sobra se reparte. ¿Qué es lo que se concentra, se suma o se resta? Podríamos hablar en términos de energía o libido amorosa (según Freud) Puede que se invista con todo el amor al recién llegado, se la da toda la atención, toda la importancia y el lugar al recién nacido. También puede ser al revés. Entonces muchas veces se saca de acá y se pone allá. Se intenta hacer una repartición y ello va a depender del lugar que cada hijo va ocupando en la vida de sus padres. Esto también influirá en las relaciones de los hermanos.
Pero por otra parte, del niño o el sujeto también tiene la libertad de hacerse su lugar, a veces si no es en los padres, puede alojarse en alguien más, en alguien que posee un lugar posible para él. Dado que se trata de lugares y funciones que pueden ser encarnados por diferentes personas (abuelos, tíos, amigos de los padres, etc.) no están cerradas exclusivamente a los padres.
Todos estos procesos por lo general no transcurren en nuestra vida consciente, por lo general permanecen ocultos en nuestra vida afectiva e influyen no solo en nuestra vida particular, los vínculos y relaciones que entablamos, sino también en el lugar que nosotros podemos darles a nuestros hijos, muchas veces intentando reparar o evitar situaciones vividas en nuestro propio seno materno y familiar.


BIBLIOGRAFÍA
Aizenberg, S.  Algunos aspectos de la adopción. Un caso clínico
Basso, S.   (trabajo final de licenciatura)?
Bettelheim, B. 1987. No hay padres perfectos. Grijalbo. México. 1997
Freud, S. 1909. Análisis de la fobia de un niño de cinco años. Obras completas. Amorrortu. Bs. As.
Freud, S. 1933 [1932] La feminidad. Nuevas conferencias de introducción al psicoanálisis. Obras completas. Amorrortu, Bs. As.
Conferencia “El vínculo entre hermanos: encuentros y desencuentros” 2001. Basso, S.
Consultas varias de internet

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